MANIFIESTO SINGULARISTA
Envenena cuando la letra se ha vuelto enfermiza, sumisa a los prospectos y su trazo, baba abúlica.
no nos gusta la literatura gusano.
Envenena cuando uno, ya muy lejos de
la sátira y cerca de la demagogia, cumple las consignas al pié del Dictado, que
nos quiere —por (su)puesto—tristes, medicalizados, grey nihilista, o sea, lejos
de la literatura y cerca del periodismo.
No nos gusta la prosa suicida.
Envenena cuando se vuelve glotona y
se atraganta con signos.
Vuelta fofa, indiscreta y fanfarrona, adoctrina y predica, asesora al Dictante; engorda el ojo y se cachondea con los
crónicos escolares. No nos gusta el alcahuete cliché de pedófila pedagogía.
Envenena cuando detenta la fuerza del
sentido y se vuelve censor. Cuando arenga eslóganes corporativos y gremiales
de lengua. Cuando amonesta el trazo oblicuo, refractario y apátrida de una
lengua obscena que despunta rabiosa en la boca amordazada por la disciplina.
No nos gustan las cochinas redacciones chauvinistas.
Pero también cura, y lo hace cuando
se escucha enferma de sí misma, perdida en los laberintos de la carne y la
afasia de su verborrea; cuando se comprende dolorida por las contracturas de
las malas posiciones de la historia y decide desear el azar de lo innecesario.
Nos gusta La letrina de Apolo, contra los sanitarios de la
intelligentsia.
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